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Segunda Parte: Los planes


“La soledad es peligrosa. Es adictiva.

Una vez que te das cuenta cuánta paz hay en ella,

no quieres lidiar con la gente”

 

Carl Jung

Con frecuencia me pregunto en este último tiempo, por qué la mayoría de las personas que nacimos en la generación “bisagra” nos enamoramos de esa frase inspiradora a la que recurrimos con habitualidad: “la búsqueda de la paz mental”. Pero no he encontrado aún una respuesta que me deje satisfecha o que al menos calme mi curiosidad.

La descubrí cuando todavía estaba estudiando en la universidad, resultándome como una ráfaga de aire fresco, ya que me sonó a filosofía de vida… ¿Y qué es lo que hacemos cuando tenemos algo nuevo en la mano? Lo queremos estrenar de inmediato, hacerlo propio, demostrarle al mundo que lo tenemos y dominamos su funcionamiento a la brevedad, ésta frase es algo símil… Tiene un efecto bastante narcotizante, ¿o será que miramos demasiado el horizonte que perseguíamos que no supimos ver que el suelo se nos terminaba para pasar  a otro nivel? De repente pasamos por la vida a los golpes, sabiendo que después de los quince años todo se torna demasiado apresurado que no nos da tiempo a disfrutar, transformándose esta palabra en una bella idealidad que solo nos visita de manera intermitente para no sentir que la vida se hace amarga con tantas responsabilidades del mundo adulto, donde la esencia de la vida se consumió al punto de dejarnos sentados frente al mar (o imaginándolo), buscando en las meditaciones los sonidos, hasta de nuestra propia respiración y de todo lo que nos interacciona para darnos cuenta de que estamos vivos.

Hay una buena cantidad de personas que reclamar y protestan sobre la crianza que tuvimos, aduciendo que los límites impuestos por nuestros antecesores les saben a violencia y a traumas que no logran superar, se ven como seres humanos descartables que tienen las fallas más visibles y que nadie quiere elegirlos por esa razón. Otra buena parte de esa misma generación, buscamos todo el tiempo olvidar lo que nos dañó antes, para establecer un presente y futuro más saludables, solo que la visión de este último grupo es minoritaria y nadie puede comprender, ni mucho menos respetar nuestra decisión de nutrirnos del pasado, pero aceptando que el presente nos ofrece una opción opuesta y optimista de cómo continuar el camino de nuestra vida, nuestras elecciones, nuestros proyectos y todo lo que somos.

Hoy por hoy, la visión del primer grupo (porque no creo que en esto haya un grupo intermedio, o no lo he descubierto aún) desgraciadamente es más preponderante, ya que viven de los miedos, las excusas y las irresponsabilidades, delegándoles a quien pase por su lado lo que le toca a cada uno, viviendo detrás de la cortina de las acusaciones, para no afrontar su propia vida, quejándose de todo, para finalmente, cuando indefectiblemente deben tomar el timón por un momento, pierden la cabeza en el estrés, la angustia, la ansiedad y demás, hasta dañarse y dañar a su entorno con el mayor dolor superado en cada discusión, no importa si es un insulto o una bofetada, el punto es que teniendo la posibilidad de elegir una mejor convivencia, se inclinan por la más violenta. Ahora mi inquietud se apoya en varios interrogantes ¿Cuántos de nuestra generación no habremos discutido con nuestros padres frente a los límites, vociferando que en cuanto tuviéramos la mayoría de edad haríamos lo que quisiéramos? Salvando nuestro esfuerzo personal y los méritos alcanzados que nadie nos los negarán ¿acaso, no hicimos solos? ¿para qué o para quién/es buscamos ser mejores? ¿Qué es ser buenas personas en esta época, si supuestamente tenemos nuestras raíces entre los traumas? ¿cómo distinguimos lo que está bien o no, si nuestros años anteriores fueron fatales?

Me recuerdo en jardín de infantes, época maravillosa de mi vida, donde no niego que mis padres tenían conflictos de todo tipo, de los que en muchas oportunidades he sido testigo, en ese tiempo me planté algunas bases de lo que quería y de lo que persigo, mi frustración no sale de las obstaculizaciones externas, si no de las que yo misma me impuse y de eso solo yo soy responsable. Solía pensar en ser maestra de jardín de infantes y detective, así como en las películas, que tendría una oficina con persianas americanas y las paredes estarían cubiertas de diplomas, gabinetes de expedientes y que serían de un color beige, después volvería a mí casa en mi auto pequeño de paredes blancas, ventanas con cortinas del mismo color, con ambientes amplio y cómodos, donde me reuniría con mi perro, después en la tarde me habría hecho una taza de té con limón tibia y me sentaría en un cómodo sillón al costado de la ventana, donde hay más luz para perderme por horas en algún libro, revista o diario. A esta fantasía le faltan varias cosas si la observo con detalle, pero ¿acaso no estaba presente en esa época la búsqueda de la paz mental? ¿qué me motivaba a pensar de esa manera a los 5 años? ¿por qué me fascinan tanto las películas de detectives? ¿será que me aterra saberme sin la búsqueda de momentos felices y metas cumplidas?

Todas esas cosas están plasmadas de una forma desordenada en mi vida, se dieron de una manera diferente a lo que planifiqué, a lo que pensé, sin embargo, en mí corta vida, están presentes, por eso no me siento desagradecida de la vida, de mis padres, de mí familia, de todo lo que me rodea, solo que a partir de aquí y en base a lo vivido, creo que la vida es replantearse todo lo que pasó, sacar la mejor esencia que nos quedan de los recuerdos y enseñanzas dados, darse el tiempo necesario para disfrutar de las felicidades y alegrías, sean cortas o duraderas, pero también respetar los tiempo de tristeza y lágrimas, no creyendo que por eso somos débiles, si no que porque el contrario, aunque este último periodo no puede durar toda la vida, es sacudirse y volver al rudo, como decían mis padres. Después de eso, es bueno pensar y proponerse nuevas metas posibles todo el tiempo, cumplirlas y volver al ciclo cada día. Tengo la firme convicción de que los conflictos no deberían sobrepasar las 12 de la noche de cada día, pero no todos pensamos de igual forma, aunque sí es importante para mí.

La cuestión de los miedos, el terror, la violencia que me provocan para mí y mi exterior, la ansiedad, las preocupaciones, voy trabajándola poco a poco, respiro, medito, rezo, camino, escucho música, coso, limpio, estas son algunas de las cosas que hago para sopesar todo lo anterior, a veces me funciona, otras necesitan ser reforzadas y de más tiempo. Busco lidiar con los enojos e inculpaciones ajenas, sacar de mí vidas los gritos, las críticas destructivistas, las agresiones internas, las heridas provocadas apoyadas en los recuerdos poco agraciados. No digo que sea fácil, pero la idea no pensar, como dice muchos especialistas por estos días, no me ha ayudado mucho, porque somos seres pensantes por naturaleza… Considero que eso debería de reformularse y se puede decir que “DEBEMOS PENSAR, PERO DE UNA MANERA MÁS SALUDABLE Y POSITIVA PARA NUESTRA VIDA”


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