“La soledad es
peligrosa. Es adictiva.
Una vez que te
das cuenta cuánta paz hay en ella,
no quieres lidiar
con la gente”
Carl Jung
Con frecuencia me pregunto en este último tiempo, por qué
la mayoría de las personas que nacimos en la generación “bisagra” nos
enamoramos de esa frase inspiradora a la que recurrimos con habitualidad: “la
búsqueda de la paz mental”. Pero no he encontrado aún una respuesta que me deje
satisfecha o que al menos calme mi curiosidad.
La descubrí cuando todavía estaba estudiando en la
universidad, resultándome como una ráfaga de aire fresco, ya
que me sonó a filosofía de vida… ¿Y qué es lo que hacemos cuando tenemos algo
nuevo en la mano? Lo queremos estrenar de inmediato, hacerlo propio,
demostrarle al mundo que lo tenemos y dominamos su funcionamiento a la brevedad, ésta frase es algo símil…
Tiene un efecto bastante narcotizante, ¿o será que miramos demasiado el horizonte
que perseguíamos que no supimos ver que el suelo se nos terminaba para pasar a otro nivel? De repente pasamos por la vida
a los golpes, sabiendo que después de los quince años todo se torna demasiado
apresurado que no nos da tiempo a disfrutar, transformándose esta palabra en
una bella idealidad que solo nos visita de manera intermitente para no sentir
que la vida se hace amarga con tantas responsabilidades del mundo adulto, donde
la esencia de la vida se consumió al punto de dejarnos sentados frente al mar (o
imaginándolo), buscando en las meditaciones los sonidos, hasta de nuestra propia
respiración y de todo lo que nos interacciona para darnos cuenta de que estamos
vivos.
Hay una buena
cantidad de personas que reclamar y protestan sobre la crianza que tuvimos,
aduciendo que los límites impuestos por nuestros antecesores les saben a
violencia y a traumas que no logran superar, se ven como seres humanos
descartables que tienen las fallas más visibles y que nadie quiere elegirlos
por esa razón. Otra buena parte de esa misma generación, buscamos todo el
tiempo olvidar lo que nos dañó antes, para establecer un presente y futuro más
saludables, solo que la visión de este último grupo es minoritaria y nadie
puede comprender, ni mucho menos respetar nuestra decisión de nutrirnos del
pasado, pero aceptando que el presente nos ofrece una opción opuesta y
optimista de cómo continuar el camino de nuestra vida, nuestras elecciones,
nuestros proyectos y todo lo que somos.
Hoy por hoy,
la visión del primer grupo (porque no creo que en esto haya un grupo intermedio,
o no lo he descubierto aún) desgraciadamente es más preponderante, ya que viven
de los miedos, las excusas y las irresponsabilidades, delegándoles a quien pase
por su lado lo que le toca a cada uno, viviendo detrás de la cortina de las acusaciones,
para no afrontar su propia vida, quejándose de todo, para finalmente, cuando
indefectiblemente deben tomar el timón por un momento, pierden la cabeza en el
estrés, la angustia, la ansiedad y demás, hasta dañarse y dañar a su entorno
con el mayor dolor superado en cada discusión, no importa si es un insulto o
una bofetada, el punto es que teniendo la posibilidad de elegir una mejor
convivencia, se inclinan por la más violenta. Ahora mi inquietud se apoya en
varios interrogantes ¿Cuántos de nuestra generación no habremos discutido con
nuestros padres frente a los límites, vociferando que en cuanto tuviéramos la
mayoría de edad haríamos lo que quisiéramos? Salvando nuestro esfuerzo personal
y los méritos alcanzados que nadie nos los negarán ¿acaso, no hicimos solos? ¿para
qué o para quién/es buscamos ser mejores? ¿Qué es ser buenas personas en esta época,
si supuestamente tenemos nuestras raíces entre los traumas? ¿cómo distinguimos
lo que está bien o no, si nuestros años anteriores fueron fatales?
Me recuerdo
en jardín de infantes, época maravillosa de mi vida, donde no niego que mis padres
tenían conflictos de todo tipo, de los que en muchas oportunidades he sido testigo,
en ese tiempo me planté algunas bases de lo que quería y de lo que persigo, mi
frustración no sale de las obstaculizaciones externas, si no de las que yo
misma me impuse y de eso solo yo soy responsable. Solía pensar en ser maestra
de jardín de infantes y detective, así como en las películas, que tendría una
oficina con persianas americanas y las paredes estarían cubiertas de diplomas,
gabinetes de expedientes y que serían de un color beige, después volvería a mí
casa en mi auto pequeño de paredes blancas, ventanas con cortinas del mismo
color, con ambientes amplio y cómodos, donde me reuniría con mi perro, después en
la tarde me habría hecho una taza de té con limón tibia y me sentaría en un
cómodo sillón al costado de la ventana, donde hay más luz para perderme por
horas en algún libro, revista o diario. A esta fantasía le faltan varias cosas
si la observo con detalle, pero ¿acaso no estaba presente en esa época la búsqueda
de la paz mental? ¿qué me motivaba a pensar de esa manera a los 5 años? ¿por qué
me fascinan tanto las películas de detectives? ¿será que me aterra saberme sin
la búsqueda de momentos felices y metas cumplidas?
La cuestión
de los miedos, el terror, la violencia que me provocan para mí y mi exterior,
la ansiedad, las preocupaciones, voy trabajándola poco a poco, respiro, medito,
rezo, camino, escucho música, coso, limpio, estas son algunas de las cosas que
hago para sopesar todo lo anterior, a veces me funciona, otras necesitan ser
reforzadas y de más tiempo. Busco lidiar con los enojos e inculpaciones ajenas,
sacar de mí vidas los gritos, las críticas destructivistas, las agresiones
internas, las heridas provocadas apoyadas en los recuerdos poco agraciados. No
digo que sea fácil, pero la idea no pensar, como dice muchos especialistas por
estos días, no me ha ayudado mucho, porque somos seres pensantes por naturaleza…
Considero que eso debería de reformularse y se puede decir que “DEBEMOS PENSAR, PERO DE UNA MANERA MÁS
SALUDABLE Y POSITIVA PARA NUESTRA VIDA”
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